Cuando se piensa en Israel, enseguida vienen a la mente los conflictos ya casi endémicos entre el país y sus vecinos árabes. Pero dejando al margen, aunque sin olvidarlas, estas consideraciones geopolíticas, debe ser abordado como cualquier país europeo. ¿Por qué? Porque, como cualquier economía desarrollada, cuenta con un mercado maduro, si bien hay algo que le distingue, y es el hecho de que mantiene unas buenas expectativas de crecimiento, algo ya no tan habitual en mercados saturados.
De igual forma, se trata de una economía especialmente eficaz y competitiva, con un altísimo grado de desarrollo tecnológico, como es bien conocido. La lista de avances científicos protagonizados por israelíes es larga y fructífera, destacando en sectores como las telecomunicaciones, la aviación, la biomedicina, la química, el sector financiero, la defensa o la seguridad.
A este respecto, existe un dato ilustrativo, y a su vez muy llamativo: Israel invierte más del 4% del PIB en actividades de I+D y es el país extranjero con el mayor número de empresas que cotizan en el índice Nasdaq estadounidense.
Los pronósticos de crecimiento de la economía israelí para 2019 y 2020 se situaban en torno al 3% o el 3,5%. Pero la pandemia del COVID-19 ha provocado un acusado cambio de signo, con una previsión de caída del PIB en 2020 (cifra todavía no confirmada) de alrededor del 3,3%.
Sin embargo, el país es actualmente uno de los más avanzados del mundo en el proceso de vacunación de la población, por lo que se espera una pronta recuperación de la actividad económica, que el FMI cifra nada menos que en el 4,9% para 2021.
¿Qué significan estos conceptos y por qué se mencionan al hablar de Israel? Una start-up nation promueve la creación de empresas innovadoras que puedan venderse rápidamente cuando se vislumbra su éxito, mientras que una scale-up nation persigue crear exitosas empresas multinacionales que operen globalmente, proporcionen gran número de empleos y obtengan elevados ingresos.
Pues bien, Israel se encuentra en un punto de inflexión ente ambos conceptos. El concepto de start-up nation sigue vigente en el país, pero muestra síntomas de agotamiento. Ha de ampliarse más allá del ámbito de los emprendedores, para que el objetivo no se quede en un crecimiento empresarial vertiginoso y una posterior venta de la empresa. Se considera por los inversores internacionales que en Israel existe actualmente cierta sobrevaloración de sus compañías.
Hay que tener en cuenta que en Israel existe un importante grupo de personas de renta baja (se estima que casi uno de cada cinco), en la mayor parte de los casos procedente de alguna de las olas de inmigración que recibe el país. Ello hace necesarias ciertas reformas estructurales para mantener la senda expansiva de crecimiento, evitando así la elevada dependencia de la alta tecnología (las exportaciones israelíes provienen en un 73% de este sector), de la inversión extranjera y de la coyuntura geopolítica.
Este núcleo de población carece de un adecuado nivel de formación, por lo que, si bien el sistema educativo israelí es bien conocido por su calidad -especialmente en lo relativo a la alta tecnología-, el país tiene que profundizar aún en lo referente a otros estratos, no solo de la economía sino de la propia sociedad, especialmente respecto a las minorías árabe y ultraortodoxa, que se encuentran alejadas de ese ecosistema tecnológico.
Las relaciones económicas y comerciales bilaterales van en aumento y se aprecia un mayor interés de las empresas españolas por el mercado israelí y viceversa, y una mayor implicación de nuestras firmas como líderes de proyecto o como subcontratistas en los numerosos programas de infraestructuras actualmente en marcha en Israel.
El producto español tiene una buena reputación y ha recibido una muy buena acogida en el país. Durante los últimos años, el aumento de la exportación de vehículos, cerámica, plásticos, etc. ha sido constante.
Al tratarse de una economía que continuará creciendo (según todas las previsiones) una vez superada la pandemia del COVID-19, y con un sector inmobiliario en alza, los bienes industriales intermedios y los del sector de hábitat son muy bien recibidos. España tiene ahí interesantes oportunidades en productos como los azulejos, el acero para la construcción, la pasta de papel, los elementos de decoración, el mobiliario, etc.
Por otra parte, los sectores de alta tecnología presentan importantes oportunidades de negocio y colaboración para las empresas españolas, pero, dado su nivel de desarrollo tecnológico, quizá sería interesante el establecimiento de acuerdos de cooperación más que la exportación propiamente dicha.
Israel tiene también grandes necesidades en ámbitos como las obras públicas, la construcción de infraestructuras, la gestión de residuos o el aprovechamiento de energías renovables, sectores en los que las firmas españolas pueden aportar su amplia experiencia internacional.
Eso sí, conviene tener muy en cuenta que el número de exportadores presentes en el país es muy elevado y la competencia es grande, por lo que resulta imprescindible ofrecer productos y servicios con una buena relación calidad-precio.
En el ámbito de la inversión, las oportunidades españolas son más limitadas. Nuestras inversiones han sido tradicionalmente muy escasas y se han venido ligando generalmente a proyectos y concursos internacionales, ya que las firmas españolas suelen instalarse como empresas locales para conseguir más contratos en Israel.
Se aprecia, en todo caso, una nueva tendencia por la que las empresas españolas se acercan a Israel con intención inversora, pero no en actividades puramente productivas, sino más vinculadas a la tecnología y a la innovación.
Texto y entrevista: MANUEL JAVIER ARCE / Edición vídeo: JAVIER FERNÁNDEZ
Informe Económico y Comercial. Israel
Ed. Ofecomes Tel Aviv, mayo 2020, 37 págs., en español
Guía de País. Israel
Ed. Ofecomes Tel Aviv, mayo 2020, 30 págs., en español
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