RCEP: Un tratado con grandes cifras y serios desafíos

07/03/2022

 

Aunque se centre ante todo en la eliminación de barreras arancelarias y apenas trascienda a otros ámbitos, el mayor acuerdo de libre comercio del mundo fortalece el papel de Asia-Pacífico en el entramado económico global.

 

La Asociación Económica Integral (RCEP, por sus siglas en inglés) entró en funcionamiento el pasado 1 de enero, tras haber alcanzado el número necesario de ratificaciones. Se marcó así un hito fundamental en el desarrollo de una iniciativa que comenzó hace 10 años y que concentra casi un tercio de la población y del PIB global.

El tratado RCEP ya es efectivo en Australia, Brunéi, Camboya, China, Corea del Sur (desde el 1 de febrero), Japón, Laos, Nueva Zelanda, Tailandia, Singapur y Vietnam. Del resto del grupo de 15 integrantes, Malasia ya lo ha ratificado, por lo que entrará en vigor en marzo, y quedan pendientes Filipinas, Indonesia (cuyos dirigentes han asegurado que darán ese paso en 2022) y Myanmar, que depende de la aprobación del resto tras el derrocamiento del Gobierno por un golpe militar.

Este megatratado sin precedentes comprende una combinación heterogénea de economías (ASEAN+5) e incluye varios ámbitos de cooperación, pero son las concesiones arancelarias su eje central.

En concreto, el objetivo es que a lo largo de 20 años se logre eliminar el 90% de los aranceles dentro del bloque. El resto quedará circunscrito a productos específicos de sectores considerados estratégicos, principalmente agrícolas, en los cuales los socios han decidido no liberalizar el comercio (ver infografía adjunta).

Además, tal como se destaca desde el Banco Asiático de Desarrollo, el acuerdo también aumenta la liberalización del comercio de servicios, establece reglas de origen comunes para todos los bienes comercializados y fija compromisos en materia de contratación pública con la idea de establecer mercados abiertos y competitivos.

Se origina así el bloque comercial más grande del mundo y, por lo tanto, se configura un nuevo centro de gravedad para los intercambios globales. Las concesiones arancelarias del RCEP buscan impulsar aún más el comercio dentro de la asociación recién formada, no solo al fomentar los intercambios en su interior, sino también al desviar el comercio de fuera de la región. 

 

Palanca para el comercio

 

El resultado más inmediato de la Asociación Económica Integral se plasmará en la mejor aplicación de los acuerdos comerciales ya existentes en la zona, al reducir los costes administrativos para los operadores económicos por la aplicación de reglas de origen armonizadas para todos los participantes.

Hasta ahora, y durante años, los beneficios que reportaban las reducciones de tipo arancelario de los diversos acuerdos bilaterales existentes en la región no se habían aprovechado al cien por cien como consecuencia de los procedimientos previos para justificar las reducciones. De hecho, y según reflejó un estudio del Consejo de Cooperación Económica del Pacífico, solo el 22% del comercio de Asia-Pacífico hizo uso de esas preferencias en 2015.

Asimismo, es previsible que la armonización de las reglas de origen ayude también a las empresas de terceros países a enviar sus productos más fácilmente a través de esta área, obviando los diferentes criterios de reglas en cada paso y reduciendo las cargas para las compañías con cadenas de suministro a lo largo de la región.

En lo negociado al respecto, se añade la limitación de la tasa media de contenido regional a un 40%, cifra coherente e incluso menor a lo aplicado por otros actores en la escena internacional. Así, por ejemplo, las reglas permitirán la importación de vehículos no originarios del RCEP con un 60% del valor del mismo, lo que supone un porcentaje inferior al estándar que encontramos en otros mercados y una menor barrera de entrada para terceros países.

Los cálculos de la UNCTAD indican que las concesiones arancelarias servirán para incrementar las exportaciones dentro de la nueva alianza casi un 2%, hasta suponer unos 42.000 millones de dólares más que los 2,3 billones registrados en 2019. De ellos, casi 25.000 millones de dólares se deberían a la reorientación de las ventas de terceros países hacia las de los miembros del acuerdo.

Por su parte, los expertos de la Universidad John Hopkins prevén que el RCEP implique agregar más de 200.000 millones de dólares anuales a la renta mundial y más de 500.000 millones al comercio internacional para 2030, principalmente entre sus integrantes, gracias a su promoción de una zona de comercio más integrada y reforzada con independencia para establecer sus propias normas comerciales.

“Sus economías serán más eficientes individualmente y más competitivas como bloque a escala mundial”, resalta la investigadora Mercy Kuo, que también subraya que “la región también se volverá más atractiva para los inversores y socios comerciales de Europa y América Latina”. 

 

Acuerdo de "antigua generación"

 

No obstante, otros analistas consideran que el RCEP sigue siendo un acuerdo de “antigua generación” y un instrumento relativamente débil, pues, a pesar de consolidar los tratados comerciales, no representa un avance hacia un espacio económico liberal, ni tiene el potencial necesario para iniciar un proceso de integración regional. 

 

Aunque el tratado aumenta los vínculos, su ambición reguladora es explícitamente modesta, no limita la futura política comercial de los signatarios y tampoco parece ser, por el momento, una contribución decisiva para superar las crecientes tensiones en el Indo-Pacífico.

Hay que tener en cuenta, además, que muchos de estos países ya están bien interconectados económicamente, tanto a través de acuerdos económicos, con el ejemplo de la ASEAN al que pertenecen 10 integrantes, como a través del desarrollo de las cadenas de suministro globales en Asia Oriental.

En esta línea, el RCEP ha sido descrito como mucho más superficial que otros grandes acuerdos, debido a sus escasos compromisos en materia de disposiciones para servicios o comercio digital, así como por su incapacidad para eliminar más aranceles en ámbitos protegidos, como la agricultura o la automoción, o para ampliar su ámbito de acción en contratación pública, compañías públicas y subvenciones a empresas. Tampoco contempla ningún compromiso en desarrollo sostenible y cambio climático o en la protección de los derechos laborales.

 

Los grandes beneficiados

 

La firma de este acuerdo permite que China se asegure una amplia influencia económica y política en Asia, sobre todo si se tiene en cuenta que ni los Estados Unidos, ni la India forman parte del mismo.

Sin embargo, el RCEP no implica un cambio radical en las ya establecidas relaciones comerciales entre la ASEAN y este país, pero sí supone un gran éxito porque reúne a los dos pesos pesados económicos y políticos de Asia: China y Japón.

A primera vista, es probable que China se beneficie de las ausencias señaladas, también en el ámbito geopolítico. Hay que recordar que las negociaciones para este acuerdo comenzaron en 2012 por iniciativa de los países de la ASEAN. Tras la retirada de los Estados Unidos en 2017, se alcanzó en su lugar un acuerdo de cooperación económica más pequeño, menos ambicioso y sin presencia de algunos países relevantes, como Indonesia y Tailandia.

 

A pesar de que el Gobierno nipón ha mostrado sus reticencias ante la política exterior cada vez más expansiva de China, también es cierto que Japón está interesado en impulsar su comercio. Además, el abandono de una iniciativa como el RCEP habría significado que los japoneses hubieran cedido una parte de su capacidad de influencia en las economías asiáticas en ascenso en favor de China.

De hecho, de acuerdo con las previsiones realizadas por la UNCTAD, Japón es el país que más se podría beneficiar en términos absolutos de las concesiones arancelarias del tratado, en gran parte gracias a los efectos derivados de la desviación del comercio. Así, estos cálculos apuntan que las exportaciones japonesas al resto de miembros del RCEP podrían crecer cerca de un 5,5% frente a lo alcanzado en 2019, lo que supondría un incremento de más de 20.000 millones de dólares.

Australia, Corea del Sur y Nueva Zelanda también aparecen como otros países beneficiados por una evolución positiva de las exportaciones, pero el consenso de los expertos es menor a la hora de valorar sus efectos en otras economías intermedias y pequeñas, que, como Vietnam, podrían verse afectadas por la ventaja desproporcionada de las grandes potencias.

 

Las relaciones con la UE

 

Los lazos económicos de la UE con el Sudeste Asiático son sólidos, como lo demuestra el hecho de que el bloque europeo es la mayor fuente de flujos de inversión extranjera directa de la ASEAN y uno de sus principales socios comerciales. 

Además, la UE dispone de una activa agenda que incluye acuerdos comerciales ya operativos con Corea del Sur, Japón, Vietnam y Singapur, y otros en fase de negociación con otros países.

Dados los largos períodos transitorios y la complejidad de los calendarios de acceso a los mercados del RCEP o los numerosos acuerdos comerciales ya existentes entre los miembros, resulta aventurado valorar un impacto negativo en las empresas, que también dependerá de los sectores de actividad.

Tal como se ha señalado antes, sí se espera que el RCEP origine una cierta desviación del comercio en detrimento de las exportaciones de la UE y de terceros países, al crear, por primera vez, un acceso preferencial al mercado entre Japón y China y entre este último y Corea del Sur -puesto que el resto ya cuenta con acuerdos previos entre sí-, y al establecer un único conjunto consolidado de normas de origen que contribuirá al aprovechamiento de las cadenas de valor regionales.

En este sentido, la UNCTAD estima que la UE será el proveedor que sufra mayores pérdidas en el valor de sus exportaciones, pues estas podrían superar los 8.300 millones de dólares y representar una caída del 2% en el peso de sus ventas totales a los integrantes del RCEP.

Este riesgo hace aún más relevante el papel de los acuerdos ya alcanzados por la UE y de las negociaciones en curso o paralizadas con los países de una región que previsiblemente continuará con un crecimiento elevado en las próximas décadas. 

 

Efectos sobre las iniciativas empresariales españolas

 

Las relaciones económicas de España con la región son, en líneas generales, menores que las de otros socios europeos, El patrón de nuestros intercambios comerciales con este destino muestra grandes disparidades por sectores y países y es, en líneas generales, deficitario, pues refleja una tasa de cobertura inferior al 40%.

Durante los últimos años, se ha producido un incremento del interés de nuestras compañías por estos destinos, materializado en una mayor presencia exportadora y en la adjudicación de proyectos de infraestructuras, aguas o logística.

La mayor globalización de la economía española y la creciente integración de las economías de Asia-Pacífico en las cadenas de valor mundiales, en las que también participan muchas de nuestras empresas, deberían suponer una mayor relación con esos países en el futuro.

La competencia internacional y, en particular, la referida a la región Asia-Pacífico va a seguir aumentando, lo que puede traducirse en mayores dificultades para la consecución de nuevos proyectos, salvo en aquellos que requieran calidad, especialización e innovación, tanto en diseño y gestión como en ejecución.

Aquí, las firmas españolas deberían conseguir un grado de excelencia que les permita superar las ventajas en coste de las que disfrutarán muchas empresas asiáticas. Asimismo, el RCEP facilitará las transacciones entre los países del acuerdo, lo que permitirá optimizar el posicionamiento regional de las empresas allí establecidas.

 

Los principales retos

 

Pese a los temores en ciertos sectores y al estrechamiento de los vínculos entre sus integrantes, no parece que el RCEP vaya a ser el origen de un nuevo bloque económico integral liderado por China. Además, tampoco limita la futura política comercial de sus signatarios.

El potencial del acuerdo radica más bien en la dinamización del comercio, de tal manera que incluso para aquellos integrantes que en un principio puedan verse afectados negativamente, la UNCTAD considere que es mejor estar dentro que fuera del mismo. No solo porque ser parte de él genera comercio adicional que puede compensar las pérdidas, sino porque fortalece la integración económica y los beneficios que se derivan de ella, como la inversión extranjera directa, el intercambio de tecnología o las transformaciones estructurales.

La entrada en funcionamiento de la Asociación Económica Integral también puede servir para un propósito adicional en el contexto actual de pandemia: la resiliencia comercial. En este punto, varias investigaciones muestran que los intercambios dentro de los acuerdos comerciales han sido más resistentes frente a la recesión del comercio mundial causada por el COVID-19.
JAVIER GARCÍA CUESTA 

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